Entrevista a Sergio Ramírez

La literatura inventa la historia

Por Marcos Fabián Herrera *

En 1979 el impetuoso Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua alcanza el poder, después de haber derrocado al dictador Anastasio Somoza. Sergio Ramírez, un febril y brillante líder estudiantil cuya participación en la oposición al caudillo había resultado tan audaz como inteligente, asumió la vicepresidencia de gobierno en 1984. Los sobresaltos de una inédita expresión de poder, las exigencias que imponían la eliminación de los regresivos mecanismos de la tiranía y los desafíos éticos que plantea la materialización de un anhelo colectivo, se convirtieron en el principal acicate que lo llevó a recalar en la literatura. Su pertinacia creativa y su consagrada vocación reflexiva y periodística ha engendrado una de las más leídas, sólidas y vivificantes obras de la narrativa Hispanoamerciana. Algunos de sus libros son: Castigo divino (1988), Premio Internacional Dashiel Hammett de Novela; Un baile de máscaras (1995), Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera en Francia en 1998; Margarita está linda la mar, Premio Alfaguara de Novela 1998, y Premio Latinoamericano José María Arguedas en el 2000. Así también Cuentos completos (1998) con prólogo de Mario Benedetti; Adiós Muchachos, memoria de la revolución sandinista, (1999); el libro de cuentos Catalina y Catalina (2001); Mentiras Verdaderas (2001) y El viejo arte de mentir (2004), ambos sobre la creación literaria (2001); las novelas Sombras nada más (2002) y Mil y una muertes (2004). Entrevista exclusiva para Con- Fabulaciòn.

***

Alirio Martinica en Sombras nada más, encarna una simulación que la supervivencia en los regímenes totalitaristas exige como modus vivendi. ¿Es la utopía un camino colectivo siempre nimbado de actuaciones inconfesadas y complicidades secretas?

Los seres humanos están siempre sometidos a las complejidades de la historia, y sobre todo a los avatares del poder. Hay quienes lo desafían y quienes se colocan en posición de bielas del mecanismo del poder, como en el caso de Alirio Martinica, todo a través de un proceso en que ha ido dejando atrás sus viejas aspiraciones éticas mientras elabora sus propios pretextos. La utopía pasa siempre por una suma de aspiraciones éticas, y al abandonarse esas aspiraciones, la utopía desaparece.

¿Es Adiós muchachos un testimonio de cómo la obsesiva esperanza recala inexorablemente en el horror?

Las revoluciones son antes de nada, construcciones mentales. Se crean en la cabeza antes que en los hechos, y están compuestas de propuestas éticas. Si todo debe cambiar, debe cambiar para bien, y debe cambiar para todos, sobre todo para los más humildes, para los desposeídos. Pero cuando se conquista el poder, y se gana así el instrumento para hacer posible esa propuesta, éste empieza a actuar conforme sus propias leyes que son contradictorias al ideal. Las esperanzas van siendo sustituidas por la práctica, y entonces todo se desbarranca en el egoísmo, las ambiciones, las luchas de poder. La corrupción. Es la vieja historia.

La historia parece no saldar las deudas con América Latina y prolongar los reclamos aplazados por los cancerberos del extravío ¿La eclosión reciente de gobiernos progresistas apuntala un paliativo en nuestra convulsa región?

Los electores hacen uso del instrumento que tienen en la mano, que es el voto, y respaldan nuevas alternativas que se oponen a las ya desgastadas y que han perdido prestigio por su ineficacia. Es una nueva etapa del experimento democrático. ¿Pero pueden esas nuevas alternativas probar a ser distintas, más allá de la retórica? ¿O todo es más de lo mismo bajo diferente empaque? Abusos de poder, autoritarismo, caudillismo, demagogia.

Mentiras verdaderas y El viejo arte de mentir, se propone descifrar las vértebras de un oficio siempre insuflado de enigma ¿Es en su caso la fabulación un acto expiatorio con su trasegar vivencial?

En estos dos libros, que resultan de cursos y talleres de creación literaria tanto en Guadalajara como en Monterrey, he querido hablar de mi manera de desentrañar los secretos del arte de la invención. Hay un código personal para entrar en esos secretos, que corresponde a cada autor como individuo. Explicarlos resulta para mí apasionante, porque me da la oportunidad de hablar de los instrumentos de mi oficio.

Hace unos meses afirmaste sobre la constreñida democracia colombiana que “la pretendida modernidad constitucional lleva siempre al cuello la rueda de molino de la tiranía. Porque no hay prolongación de poder a largo plazo que no termine sacrificando la libertad”. ¿Es el caudillismo una inveterada enfermedad Latinoamericana?

Por desgracia lo es, parecería ser un mal congénito que sólo la institucionalidad democrática puede vencer. Y esto no tiene fronteras ideológicas porque por lo general, quien llega al poder termina considerándose imprescindible y quiera prolongarse en la presidencia, sea de izquierda o de derecha. Es un fenómeno que no deja de tener un acento mesiánico.

En Nicaragua poetas como Carlos Martínez Rivas y Ernesto Cardenal, han cincelado una emancipación de lenguajes, convenciones y temas ¿Es la poesía el escenario propiciatorio para plena liberación del hombre?

Sin la poesía no podría explicarse la marcha de la humanidad, sus concepciones ideales fundamentales, la proyección de nuevos mundos, el sentido del futuro, la trascendencia del ser humano. A todo eso podemos llamar liberación, porque nos coloca en un plano superior, que es el de la belleza.

¿Cómo no hacer de la cooptación una tentadora trampa para la genuflexión y la supresión de la discordancia?

Lo peor que existe es el intento de supresión de la discordancia, aún peor que la genuflexión, que ya de por sí es pésima. Pero la homogenización del pensamiento es siempre una expresión totalitaria, tanto desde el poder político como desde las teorías estéticas. La mejor aspiración de libertad se expresa en la crítica.

Si Cioran elevó el tango al rango de lograda expresión filosófica, ¿qué hornacina le reserva a su amado bolero?

No sé si Cioran se refiere a la música del tango, que Piazzola ha llevado a sus extremos filosóficos, casi místicos, o a las letras, que son, no pocas de ellas, verdaderos poemas. Lo mismo ocurre con las letras de los boleros que deberían estar en las mejores antologías de la poesía latinoamericana.

En América Latina la lírica musical es el azogue de las cotidianidad y el lenitivo a nuestras penalidades ¿Chavela Vargas, José Alfredo Jiménez, Agustín Lara y tantos otros, merecen ser considerados como narradores y celebrantes de la poética de nuestras vivencias?

Los boleros, los tangos, son una suma de música, letra e interpretación; esta suma nos da un sentimiento que se comunica a quien escucha con poderes de encantamiento. Cuentan historias de amor, describen sentimientos, nos hacen comparar necesariamente las experiencias personales con el modelo que nos proponen, de allí su seducción. Por eso es una música que se vuelve imprescindible.

¿Es la invención Latinoamericana una ardid de la vida frente a los agoreros señuelos de la historia?

La literatura latinoamericana termina por inventar la historia tomando de ella lo que ya tiene de invención. La historia es imperfecta, llena de anormalidades, de contrastes, de rarezas, y allí reside su poder inagotable de seducción. Podremos hablar mal de la historia que nos ha tocado en suerte, pero para los escritores seguirá siendo atractiva y seguirá generando novelas, generación tras generación. No podemos escapar de ella.

*Narrador y periodista colombiano.