Yevtushenko en Bogotá


Ahora parece increíble, quizá porque el mundo ya no acostumbra aplaudir ni a los poetas ni a quienes gastan su vida en indagaciones radicales o la convierten en un laboratorio de emociones, pero este siberiano que ajusta 77 años, que ha sido nominado en muchas oportunidades al Premio Nobel de Literatura, que ha vivido con dignidad y con la profunda voluntad de comprender los incesantes cambios de su país, y que se cuenta en el elenco de los grandes artífices de la creación contemporánea, fue durante muchas décadas, tan famoso y asediado como una estrella del rock o un actor de la Meca del cine.
Profesional de la lectura pública, ha hecho de sus palabras criaturas vivas, sanguíneas, transgresoras y vibrátiles, comunicándose con los más disímiles auditorios. Se sabe que ha llenado grandes escenarios de Francia, Italia, Norteamérica y muchos países de América Latina, recuperando el origen oral de la poesía.
Yevgeny Yevtushenko llega ahora a Colombia para engrosar la suntuosa nómina del Festival Internacional de Poesía de Medellín (piloteado con devoción por Fernando Rendón y Gabriel Jaime Franco), que tendrá su versión bogotana en el Gimnasio Moderno, gracias a los buenos servicios de Gonzalo Mallarino, Juan Carlos Bayona y el incansable Federico Diaz-granados. Todo un acontecimiento que ningún aficionado a la literatura debe perderse. Estaremos, nada más y nada menos, que frente a una leyenda. Para empezar a calentar motores, publicamos uno de sus más bellos poemas. Todos los con-fabuladores deben hacerse presentes el día de esta ceremonia lustral.


AÚN TODAS SUS LÁGRIMAS

El sauce no ha llorado aún todas sus lágrimas.
A su sombra, en la orilla me quedé pensativo:
¿cómo hacer feliz a mi amada?
¿Es que acaso no pueda hacer más?

No le bastan los hijos, la abundancia,
lo poco que nos damos al cine, a los amigos.
Me necesita enteramente, sin reservas.
Mas, estoy hecho de sobras. Yo soy diamante en bruto.

Entregué mis hombros a las causas de nuestra época,
a toda su dura carga,
no dejé espacio a la ira de mi amada
y privé su llanto de mis brazos, de mi regazo.

Hoy, la amada ya no recibe flores de su hombre.
Arrugas, sí. Faenas domésticas.
El hombre engaña por placer,
la mujer traiciona por dolor.

¿Cómo puedo hacer feliz a mi amada?
¿Qué puedo ofrendarle esta noche
si la manzana que le da la vida
ya está rancia y agusanada?

¿Por qué a la bienamada se le ofende
tan sin razón como tan a menudo?
Cómo hacerla infeliz, todos sabemos.
De cómo hacerla feliz, no tenemos memoria.

(Versión de Heberto Padilla)