Literatura y Locura


Por José Luis Díaz-Granados*
Hace algún tiempo, el periódico "British Journal of Psychiatry", vocero de la psiquiatría en la Gran Bretaña, reveló que los escritores "sobrecargan su cerebro de imaginación y en consecuencia sufren con frecuencia de disturbios mentales".
El estudio, realizado por el profesor Félix Post, se basó en las biografías de un centenar de escritores británicos y norteamericanos y se hizo con el fin de explicar (o de tratar de explicar) por qué los creadores literarios en esos países sufren a menudo de enfermedades mentales, ya que según un estudio precedente publicado en 1994, el doctor Post había llegado a la conclusión de que "los creadores sufrían con más frecuencia que los demás mortales, problemas mentales y emocionales".
El caso es que en más de una ocasión, literatura y locura han ido de la mano con inusitada asiduidad. Y aunque el concepto de locura es relativo, en el artista es más notoria por cuanto él mismo o a través de sus obras expresa como nadie sus delirios y perturbaciones sin ninguna clase de inhibiciones o disimulos.
La escueta noticia del periódico inglés no revela detalles de la metodología utilizada por el doctor Post. Simplemente informa que "los casos de psicosis o depresión afectan al 80% de los poetas, al 80.5% de los novelistas y al 87.5% de los dramaturgos" y agrega que "sólo el 31% de los poetas son alcohólicos, contra el 54% de los dramaturgos". Por razones incomprensibles no se nos suministran datos acerca del porcentaje de novelistas alicorados.
"Los poetas ---concluye la información--- viven más tiempo, se divorcian menos, pero sufren cambios de humor más bruscos que los narradores".
Aunque, desde luego, nos parezca bastante superficial el mencionado artículo, pensamos que los problemas emocionales y los desequilibrios mentales que padecen los creadores literarios y artísticos, no se diferencian en mucho de los que sufre el resto de los mortales. Sólo que los artistas poseen en grado sumo una alucinada sensibilidad que se extiende, se bifurca, se arquitectura, se enreda y se confunde de tal manera que la mente del poeta la transfigura en ocasiones en un infierno exquisito o en un paraíso de delirios.
Son conocidos los casos de escritores que llegaron a la esquizofrenia, como Antonin Artaud (1896-1948), célebre poeta y dramaturgo francés, quien conmovió a sus contemporáneos con los hermosos delirios de su Teatro doble, pero también con sus fantasmagorías. El ombligo de los limbos fue su gran aporte poético al surrealismo. "La razón me abandona", escribía desesperado. "Y no logro recobrarla ni materializarla, ni siquiera a través de las palabras".
En cambio al poeta norteamericano Ezra Pound lo encerraron en un manicomio en Washington durante doce años acusado de loco y condenado al ostracismo por haber combatido a la entrada de sus compatriotas a Italia a través de emisoras radiales al término de la Segunda Guerra Mundial.
Los progresivos tormentos mentales de Ernest Hemingway llevaron a suponer que en el colmo de la angustia (real o imaginaria), se suicidó de un tiro en la boca. Decían que en los últimos años se sentía perseguido por agentes del FBI, a quienes veía en cada esquina, en los cafés y en las plazas de toros. Una vez intentó escapar de un avión en pleno vuelo, acosado por los ojos inquisidores de un supuesto (o real) perseguidor y no fue tarea fácil para pasajeros y tripulantes de la nave el disuadirlo de su paranoia. Años después de la muerte del novelista, se comprobó que en efecto el FBI lo seguía a sol y a sombra en todas las latitudes, por su participación al lado de los republicanos en la Guerra Civil Española y sus simpatías por la naciente Revolución Cubana.
Edgar Allan Poe, en un momento de abstinencia alcohólica, sufrió de "delirium tremens", estado en el cual sufre de alucinaciones que toman forma de siniestros insectos y de hórridos animales.
Otros poetas han experimentado alteraciones del sentimiento o de la conducta hacia el mundo exterior a consecuencia del consumos de algunas drogas alucinógenas. El poeta colombiano Raúl Gómez Jattin, pequeño dios alucinado, maníaco-depresivo y esquizo-afectivo, coincidió con la poeta venezolana Martha Kornblith en una larga e inútil terapia en la Clínica Montserrat de Bogotá. Ella descubrió en el iconoclasta de Cereté un hombre que había logrado sublimar los límites de su alienación mediante un poema, una palabra, una metáfora. Hicieron una breve y bella amistad en la Clínica, en donde llegaron a la conclusión de que "el genio es una forma de la locura".
Raúl murió atropellado por un autobús en Cartagena en mayo de 1997 y Martha se suicidó, luego de una prolongada depresión, arrojándose por la ventana de su apartamento en Caracas, en diciembre del mismo año. Ambos habían alcanzado la etapa del "darse cuenta" de su mal y creían en el pasado como único punto de llegada.
Sin saber en qué punto de la realidad estamos, solemos preguntarnos a menudo: ¿Dónde está la verdad, el lugar exacto de la sensatez y la cordura? ¿Y dónde el de la locura, la demencia y la enajenación? Borges dijo que si Hamlet acudía a la representación del Hamlet y Don Quijote leía párrafos de Don Quijote, probablemente los lectores éramos los ficticios.

*José Luis Díaz-Granados (Santa Marta, 1946), poeta, novelista y periodista cultural. Su novela Las puertas del infierno (1985), fue finalista del Premio Rómulo Gallegos. Su poesía se halla reunida en un volumen titulado La fiesta perpetua. Obra poética, 1962-2002 (2003).