Pablo Pardo, el quimérico

Desde hace varias décadas, y con febrilidad de adolecentes tempestuosos, los hermanos Pardo constituyen algo así como un clásico de las letras regionales de Colombia,  lo que no quiere decir, ni mucho menos, que sus creaciones queden circunscritas al marco parroquial, sino más bien que, además de escribir sus propios libros, ellos han prestado su imaginación y su fuerza a la causa de la literatura escrita en la tumultuosa región del Tolima, donde según reza una antigua frase: “el talento es peste”.
Jorge Eliecer y Carlos Orlando Pardo, hacedores de novelas y libros de cuentos, algunos de los cuales han sido traducidos y celebrados internacionalmente, también son editores, apoderados, críticos, compiladores y se han jugado su prestigio y sus economía en la tarea de promocionar las obras de los más talentosos escritores colombianos. Allí está, para corroborarlo, la memorable colección 50 novelas breves y una pintada, experimento feliz que intenta hacer una síntesis de la ficción novelística nacional, y que fue presentada en la Feria Internacional del libro de Bogotá de 2008.
Pero este magisterio incansable ha tenido otra figura escondida: Pablo Pardo, el menor de los miembros del clan, animoso profesor de secundaria, escritor de obras de estrategia empresarial, y, antes que nada, un lector incansable de literatura, de aquellos que se saben hermanados para siempre con la mentira esencial de la ficción, y que encuentran un rápido y sensual contacto con quienes bucean en las profundidades de la realidad humana.
Pablo es locuaz, genuino y de un optimismo propicio en estos tiempos sombríos. En Ibagué, además de ser todo un personaje, son famosas sus empresas jubilosas, sus vigilias incontables y la conversión de su enorme casa en una espléndida imprenta, donde las máquinas están siempre funcionando.
Caza de Libros y Club de Lectores, son los nombres de batalla de las empresas que Pablo Pardo ha echado a andar con más entusiasmo que dinero, y de las que han surgido novelas de plumas consagradas como las de Héctor y Benhur Sánchez, poemarios y libros de cuentos, así como textos escolares donde la literatura recupera su poder de seducción.
La última empresa de este ser quimérico será presentada en un gigantesco acto durante la próxima Feria Internacional del Libro de Bogotá, y es de una ambición delirante: 50 Poetas y una Antología, 50.000 ejemplares en total, summa de las voces líricas vivas de más belleza y trascendencia en nuestro país, verdadero Aleph de la palabra esencial. Están en este magnífico compendio, entre otros, Giovanni Quessep, Jaime García Maffla, Juan Manuel Roca, Maruja Vieira, Santiago Mutis, Hernando Guerra Tovar, Julio César Arciniegas, Fernando Rendón, Jotamario Arbeláez, Rafael del Castillo, Víctor Gaviria, Piedad Bonett, José Luis Diaz-Granados, Gabriel Jaime Franco, Gonzalo Márquez Cristo, Fernando Linero, Juan Gustavo Cobo Borda, Carlos Fajardo, Eduardo Gómez, Gonzalo Mallarino, Olga Malaver, Orietta Lozano, Renata Durán, Amparo Osorio, Winston Morales, Flóbert Zapata…
Con Pablo el quimérico, el prestigio macondiano de los Pardo llega a uno de sus capítulos cruciales…