El otro Señor Sombra

La previsible caída del referendo reeleccionista, que costó tantas pesadillas a los colombianos vacunados contra los endriagos de la populosa fe uribista -reencauche del culto a la personalidad y del mesianismo totalitario-, y temerosos, no sin motivos, de que se abriera el camino para la consolidación de una dictadura sutil, fundada en la siempre paradójica voluntad de la clase media y el explicable entusiasmo de los grandes emporios económicos, no disipa, ni mucho menos, nuestra perenne estación invernal, regida por la frustración, el equívoco y la espera, sino que abre la posibilidad de algo peor: el fortalecimiento de la ideología creada por el ya saliente mandatario, la elevación de su derrotero a la categoría de pensamiento, filosofía, rabioso ideario, prontuario pseudo moral, catálogo para subyugar a los pueblos, cartilla de instrucciones para epígonos vergonzantes, bárbara canción de gesta, proyecto histórico para un porvenir histérico.

El triunfo que todos hemos paladeado gracias a la Corte Constitucional, y que por lo menos regala una tenue esperanza a la vapuleada democracia colombiana, deja al coloso derechista en una situación de absoluto privilegio. Aunque algunos ya empiezan a mover las fichas necesarias para que el gran jefe de la Seguridad Democrática responda ante la ley y la comunidad internacional por los más graves de sus desafueros y violaciones, todo parece indicar que crecerá frente a nosotros una gran muralla de protección a su alrededor, una torre redentora que le resguardará de cualquier tentativa justicialista. Los protagonistas de la escena política –que ahora reviven del sueño Manchesteriano en que los habían sumido- están todos de acuerdo en deificar el periodo uribista, empezando por el candidato de la izquierda ligth Gustavo Petro. Entonces no habrá castigo sino gloria, no habrá revisión crítica sino vindicación, sublimación y efervescencia teológica. ¿Qué puede preocupar al presidente Uribe? Si siguiera el ejemplo mezquino del ya fallecido Alfonso López Michelsen tendría feudo para rato. Pues nadie como aquel ex presidente entendió mejor que lo apoteósico, lo gratificante, lo deleitoso y lo que otorga magnético poder, no es llegar a presidente sino a ex presidente.

De ahora en adelante Alvaro Uribe será el rey a la sombra, la voz de la consciencia reaccionaria, un influjo que se derramará por todas partes y moldeará personas y bitácoras. Como el Dios del Medioevo y de la Santa Inquisición estará en todas partes, acechará las acciones y los movimientos de los simples mortales que le sucedan y castigará con el infierno de la estigmatización a quienes no se prosternen a sus mandamientos. Ningún castigo, repetimos, se asoma en el horizonte. Álvaro Uribe será cantado como un héroe, porque, como afirma un personaje cinematográfico de John Ford “en el oeste siempre escribimos la leyenda”

Pasado el amargo trago, que sin duda postró al señor del Ubérrimo en una ingrata resaca –difícil situación para alguien que nunca apura una copa- y una vez se haya trasteado de la Casa de Nariño, quedará en la más cómoda y halagüeña de las posiciones: Será el expresidente estrella, la apoteosis de la mistificación.

Ya nos parece oírle decir como Drácula: “Me voy, pero volveré…”