LAS PREVISIBLES CIFRAS: El ojo editorial

Las justas electorales del pasado domingo nos dejan la triste sensación de que en Colombia no existe la sorpresa. O por lo menos no la sorpresa grata, aquella que nos reconforta con la vida cotidiana y nos permite vislumbrar nuevos senderos, la que puede variar la realidad y hacerla arcilla de grandiosas mutaciones.

Lo decimos porque, como si ya estuviesen escritos en los cuadernos de un demiurgo sarcástico, los resultados de los comicios –que marcan, no el final de la gesta del actual presidente sino, al contrario, el inicio del uribismo como ideología y fiebre colectiva– son, tal y como estaba previsto, la prueba de que el país sigue embarcado en una aventura histórica de tinte guerrerista, y de que las heridas abiertas durante los pasados ocho años están lejos de cerrarse, entre otras cosas porque los funestos protagonistas del turbulento periodo –narcotraficantes, fascistas remasterizados, paramilitares, oportunistas y esquiroles- continuarán su rumbo, sin mayores contratiempos y, como en el caso del triunfal Partido de Integración Nacional (PIN) después de haber pasado por el salón de maquillaje.

La apoteosis del partido de la U, la caudalosa votación del pintoresco y epigonal ex ministro de agricultura Andrés Felipe Arias, el desdibujado papel del Polo Democrático como fortín ideológico, la notoria injerencia de las viejas mañas clientelistas en la regiones, la mermada presencia del voto de opinión fuera de Bogotá, terminaron por constituir un congreso a la medida de las más rampantes apetencias.

Pero claro que no todo es pesadilla en el averno. Y así lo confirma la caudalosa y merecida votación del lúcido senador del Polo Democrático Alternativo Jorge Enrique Robledo (154 mil votos, doblando a Iván Moreno Rojas, dueño de la maquinaria de la alcaldía de Bogotá). Hoy por hoy Robledo se ratifica como la ficha más importante de la izquierda colombiana, y es de lejos un futuro presidenciable, alguien que convence con su seriedad y su pulcritud y que se ha mantenido firme en la empresa de dignificar la mancillada realidad nacional.