La hiedra


Por Enrique Vélez Piedrahita
En el número 126 de Con–Fabulación publicado en los primeros días de marzo de este año, escribí un artículo que llevó por título “La Caverna Uribista” en alusión al mito de la caverna de Platón, y en  el que comentaba que si el referendo no pasaba en la Corte y Uribe  en consecuencia no podía aspirar a su segunda reelección, nos seguiría gobernando en cuerpo ajeno con uno de sus candidatos sombra.
Así fue y, no obstante la aparente independencia que Santos ha querido proyectar con sus primeros nombramientos ministeriales, su acercamiento a las altas Cortes y sus mensajes diplomáticos enviados a los presidentes Correa y Chávez para que asistan a su posesión, su espectro real de campo de acción se verá cada día más reducido a medida que se acerca el siete de agosto y con mayor razón después, pues en el empalme administrativo global, ministerio por ministerio, departamento administrativo por departamento administrativo, etc… se va a enterar de la cruenta realidad existente, es decir, de la manguala politiquera y clientelista reinante que en la práctica y en el ejercicio del poder presidencial es imposible desmontar, máxime después de ocho años de un presidente obsesionado con acaparar todo el poder en sus manos.

Cada día será mayor el asombro de Santos y su desencanto al percatarse de que su jefe le dejó raspada la olla  y comprometido e hipotecado su ilusorio poder en manos de senadores, representantes, concejales y diputados de la U, con toda una infraestructura clientelista enquistada en el poder sin la cual no podrá gobernar y a la cual deberá complacer si quiere que le aprueben sus proyectos de iniciativa gubernamental. De grandes contratos de obra pública, ni hablar, Andrés Uriel a las volandas y a última hora ya los adjudicó todos y la nómina diplomática hace años está empeñada; sólo podrá hacer algunos cosméticos cambios en virtud de la renuncia protocolaria colectiva que deben presentar los embajadores, nombrando a otra persona, pero respetando las razones y los intereses por los cuales  su jefe hizo el nombramiento inicial.
Lamentable tener que aceptarlo, pero el régimen uribista nos dejó sin salida, como lo comenté en el artículo al que me he referido,  y logró que la mayoría de los colombianos votaran por Juan Manuel a sabiendas de lo anterior, pues de lo contrario nos veríamos avocados a elegir a otro candidato, iluso e ignorante como quedó demostrado en los debates de campaña e incapaz para conducir las riendas del estado, lo que quiere decir que la hiedra uribista continuará amarrada imponiendo sus dictados por muchos años más, y me temo que muchos más de cuatro. 
 
*Escritor y abogado colombiano