El Manifiesto Poético de Yuluka



COLECTIVO LITERARIO YULUKA
(Dankir Ortiz, Elkin Pinto, Guillermo Palencia, Gerson Oñate, William Jiménez)
(Tomado de “Yuluka, Poetas de Valledupar”, publicado por la Colección Los Conjurados, de reciente aparición.

Siempre será un complicado criterio el utilizado para realizar una antología, aquello ha sido reconocido por una infinidad de editores al enfrentarse a esta práctica. Sin embargo, la que reposa en las manos del lector, tiene la particularidad de haber sido escogida y realizada por los mismos autores, bajo la tutela y el lente despiadado de Los Conjurados. La antología poética Yuluka —Poetas de Valledupar— se presenta en el momento que la literatura nacional ha desdibujado el verdadero sentido de la poesía; la palabra ha sido cercada por una espeluznante élite de mercenarios que tras una estela de adulación mutua consiguen adentrarse en el campo cultural y se convierten en inquisidores del pensamiento libre y de las estéticas periféricas, sumiendo a la poesía en un estado de marginalidad. Desde la perspectiva de Yuluka, la mejor manera de visibilizar la lucha de descolonización de la palabra es, sin duda alguna, el trabajo poético.
La poesía ha sido a lo largo de la humanidad la voz que se levanta y se enfrenta a los desprestigios de la inconsciencia y la barbarie. Pensamos que es poco urgente cantarle a las mariposas a menos que sea para clamar su extinción; las venas que se derraman en las líneas del poema sólo tienen valor si son las venas del continente; más adelante habrá tiempo para cantarle a las estrellas y a los amores no correspondidos; es evidente, al menos para nosotros, lo imprescindible de enfilar las palabras contra la atrocidad y la codicia, contra las verdades placebo y la seguridad foránea. Ya está superado el hecho de que las estéticas tienen un fin más alto que hacer honor a los cánones de la belleza impuestos por el precepto griego. La poesía se ubica en un plano de reflexión y verdad. En una instancia ontológica que da forma a una conciencia humana y no humanitaria, incluyente y transversal, verdaderamente libre, se sustenta la concepción poética y estética de esta antología. Hemos unido nuestras voces en el lenguaje porque lo contrario a la verdad es verdad, porque somos lluvia y en la lluvia cada gota  quiere salvar a la que viene. A todos nos hace falta un juramento, un énfasis en la realidad, en la lucidez, en la honestidad, en la memoria, para que las verdades ocultas ocurran de nuevo. La poesía puede ser la memoria del verbo, pero debe oírse, debe abrirse camino en las estepas de los juzgados y las bibliotecas, en las casas editoriales y más que nada en las conciencias de las multitudes. Cada sociedad necesita confrontar sus moscas, entender como las plagas se reproducen sobre el fisco, parasitan la esperanza de una sociedad masacrada y desaparecida. En estos días en que las cifras de la vida emergen del subsuelo y que un plato de leche árida no es suficiente para aplacar la rabia de una multitud que se derrama desde su boca; la poesía debe cantar las tormentas del ser, debe gritar la embriaguez de la autodestrucción. En estos tiempos el poeta debe mantenerse en pie de letra, el poema debe ser una avenida por donde venga la ardiente cólera. Las escrituras de los señores del cadalso estarán en la hoguera del poema como un pan ardiendo en la boca del horno, allí el poder, la impunidad y la barbarie deberán ser evidenciadas; la liturgia de los heraldos de cuello blanco deberá cantarse con otras voces, las de una nueva generación, cuyas manos no sean cortadas en ningún estadio y su voz se levante aún como luciérnagas en la hendidura del día, al decir de Char. Si la estética de Yuluka esgrime lanzas contra la crueldad, si se estremecen las vísceras del lector al nombrar la tragedia cotidiana, recuérdese que no cantamos al lirio de los campos sino al ser hundido en las miserias; recuérdese que no imitamos el ruido del ruiseñor, sino el lamento de las vidas escrutadas en una asamblea de cadáveres que recorre nuestra historia, pues somos la metáfora, la caída del abismo, la esquizofrenia, la noche que no podrán borrar en la luz para nosotros. Y siguiendo a Scorza: un hombre libre es más bello que el diamante.
Se ha pensado acaso que las palabras están exiliadas, que los gritos huyen de los cuerpos, que ya la casa no guarda los poemas, pero la casa aún en la podredumbre conserva la sustancia del ser poético. La poesía se superpone a los gritos del fusil, a las roncas motosierras, a las ligas de la poesía pura. El poema es rayo en la corteza del árbol de la vida, y nosotros —lo sabemos—, no caeremos en un mundo del más o menos, porque no resucitan nuestros seres humillados, y la referencia del poema es la justicia y la libertad, no la estatua grecolatina ni los reinos del viejo continente. La poesía grita una urgencia ontológica que va más allá del elogio local, la poesía esparce cruentas verdades para despojar al ser humano de las vendas tejidas por las penélopes del engaño, por las máscaras del teatro absurdo donde se ha prohibido llorar, pero el silencio se toma como palabra. Dirán de panfletos, hablarán de rumores ideológicos, pero para nosotros la poesía no es un despilfarro de lexemas, no es un “salvo mi corazón todo está bien”. Nuestro corazón llora el destino de las sociedades, palpita en las verdades ocultas por el poder, se derrama en el semen maldito de las renuncias. Para Yuluka son varios los fantasmas que recorren el mundo y debemos exorcizarlos, la poesía es la única que puede colocar los signos del acuerdo y el desacuerdo en paréntesis.