El fantasma de Jane Bowles

Por Rodolfo Häsler
El divino fantasma de Jane Bowles vuelve a cabalgar por el mundo, remozado y perturbador, ahora que la editorial Anagrama reedita sus obras y presenta una pieza de teatro suya, hasta el momento desconocida por sus seguidores en lengua española. Rodolfo Häsler, poeta, ensayista y traductor cubano, residente desde hace muchos años en Barcelona, y quién coordinó y prologó el volumen de homenaje, rememora exclusivamente para Con-fabulación los actos escenificados, así como parte de la tempestuosa vida de esta gran escritora.

Muchos años después de haber conocido a Paul Bowles en los caminos de mi infancia y gracias a su larga amistad con mi padre el pintor hiperrealista suizo Rudolf Häsler para quien posara Bowles en la juventud de los dos en Marruecos, me ha correspondido el honor de compilar el volumen-homenaje con parte de la obra de Jane Bowles, no sólo brillante escritora norteamericana sino cómplice esposa y compañera sentimental durante muchos años de Paul Bowles.
 Jane Auer Bowles vivió su vida bajo el peso de un profundo sentimiento de desamparo. Desde niña notaba su diferencia, más tarde, ya adolescente, ésta crecía hasta configurar una personalidad en los márgenes. Marcada por un impedimento físico como la cojera, que ha acompañado a más de un escritor de renombre, su pierna ligeramente renqueante la alejó de un camino trillado. Esa dolencia la llevó a estar internada en una clínica de la Suiza de lengua francesa, después pasó, inevitablemente por París, por lo que el francés fue su segunda, su primera, ambas lenguas de juventud, inglés-francés. Esto le abrió las puertas de otra percepción y un mayor conocimiento. Casada con el entonces sólo músico Paul Bowles, instalados en la ciudad marroquí de Tánger, aprendió el árabe dialectal y el español, verdadera lengua franca entre las diferentes comunidades culturales de esa ciudad.
Su larga estancia tangerina, que abarca de 1948 a 1967, año que es ingresada en la Clínica de Reposo "Los Angeles" de Málaga, donde fallece en 1973, recorre los años de esplendor de Tánger como zona bajo administración internacional. La ciudad de puerto que mira al Estrecho y a Tarifa fue el lugar ideal donde las finanzas internacionales, multimillonarios excéntricos, artistas de toda índole y ciudadanos sin patria encontraban el espacio adecuado de tolerancia para vivir como en ningún otro lugar nunca pudieron. Ese caldo de cultivo cosmopolita vio crecer a Paul Bowles como narrador mientras Jane Bowles languidecía paralizada por la duda y la inseguridad.
Su obra, la novela Dos damas muy serias y el volumen de cuentos Placeres sencillos no hace más que crecer en apreciación e identificación con una modernidad de primera hornada.
Su internamiento en Málaga, bajo el padecimiento de un derrame cerebral que le añadió más dolor y soledad pero que le permitió momentos de gran lucidez, la une a esa ciudad y a la cultura española. Málaga, ese otro lado del espejo tangerino, tenía una deuda con la escritora, y a instancias del Instituto Municipal del Libro y su director, el novelista y poeta Alfredo Taján, dependiente del Área de Cultura del Ayuntamiento de Málaga,  recibí el encargo de coordinar este maravilloso trabajo en el que colaboran especialistas en su obra, artistas hispano-tangerinos contemporáneos suyos, escritores admiradores de su obra, amigos, más una serie de fotos en su mayoría inéditas de colecciones marroquíes y españolas.
El libro se presentó dando inicio a un ciclo que le fue dedicado a la escritora y que tuvo lugar en dicha ciudad entre el 5 y el 9 de abril de 2010. Los actos de homenaje comenzaron en el histórico Cementerio de San Miguel al pie de su rehabilitada tumba, donde varios poetas residentes en Málaga leyeron poemas, bajo una lluvia de azahares. Tras el estremecedor sonido de la flauta marroquí tocada por Richard Horowitz, siguió la presentación del volumen donde se efectuó reedición de su obra por parte de la editorial Anagrama, y la primera traducción al español de su pieza de teatro En el cenador. La soprano Ana Häsler cantó las canciones inéditas de Paul Bowles basadas en textos de Lorca y Cocteau, la actriz Marisa Paredes recitó fragmentos de la Bowles y para acabar tuvieron lugar dos meses redondas en las que se trataron temas de sumo interés sobre su vida y su obra.
Cabeza de gardenia la llamaba con cariño Truman Capote y ese calificativo que tomé del prólogo a su obra escrito por él, la define para siempre como epitafio en su negro y definitivo lugar de reposo.